Psicólogos especialistas para superar el duelo en madrid

En el Centro Manuel Escudero, ofrecemos terapia para el duelo orientada a ayudar a las personas a superar una pérdida y recorrer las fases del duelo de forma sana y natural, evitando que se cronifique el dolor o derive en un duelo patológico. Nuestro objetivo es acompañar el proceso, facilitando la expresión emocional y previniendo la aparición de un estado depresivo. Cuando el dolor por una pérdida se prolonga demasiado o los mecanismos naturales de adaptación no funcionan, el duelo puede volverse patológico, afectando profundamente la salud emocional y física. En estos casos, la intervención psicológica especializada resulta fundamental.

Nuestros psicólogos especialistas en tratar el duelo ayudan a que la persona procese su pérdida sin bloquearse ni quedar anclada en el pasado. Durante la terapia se trabajan los sentimientos vinculadas a la pérdida para conseguir una adecuada resolución de la misma. Se reducen los interpretaciones negativos y se fomentan pensamientos más sanos que permiten recuperar el equilibrio interior.

El duelo es un proceso emocional y psicológico que nos permite adaptarnos a la pérdida de alguien o algo con lo que manteníamos un vínculo afectivo importante.

Se denomina duelo al proceso de adaptación a una nueva realidad que tenemos cuando sufrimos una pérdida emocional significativa en nuestras vidas.

En este periodo se tienen que reajustar las emociones, reestructurar los pensamientos y adaptar las conductas que se han desestabilizado o desajustado con la pérdida.

Pero exactamente:

• ¿Cuándo se manifiesta?
• ¿Qué fases tiene el duelo? y
• ¿Cómo saber si es una respuesta normal o es patológica?

Para que exista un proceso de duelo, deben darse dos condiciones fundamentales:

La primera característica es que tiene que haber un vínculo emocional con la persona, animal, objeto, proyecto o situación vital que se ha perdido o acabado.

Es importante citar que un proceso de duelo no solo se da cuando perdemos una persona querida. Un proceso de duelo se puede dar con la pérdida de cualquier cosa con la que tenemos un fuerte vínculo emocional, por ejemplo hemos visto procesos de duelo de gran intensidad en personas que tenían un fuerte vínculo afectivo con su mascota.

Incluso se puede producir un proceso de duelo ante el final de situaciones vitales que consideramos irremplazables como el fin de una relación emocional, ya sea de pareja o de amistad, o con la pérdida de objetos con los que tenemos vínculos emocionales o que evocan recuerdos emocionales. (una casa, un regalo especial, etc.)

En estos casos el proceso de duelo puede no ser tan intenso como cuando se pierde un ser querido, pero es interesante recalcar que también sucede y que se pasa por las mismas fases para superarlo.

El proceso de duelo será más o menos intenso en función de la fortaleza de ese vínculo emocional, de las circunstancias vitales, de la forma de la pérdida y la personalidad del doliente.

La segunda característica, es que la pérdida es para siempre y se percibe como irremplazable. Esto conlleva que hay que seguir haciendo la vida normal pero con unas condiciones nuevas a las que hay que adaptarse.

Esta adaptación no solo es en las costumbres de la vida cotidiana, sino que se produce, sobre todo, a nivel emocional ya que la pérdida, supone que las emociones que sentíamos hacia la persona que ya no está, tienen que recolocarse y recanalizarse, adaptándose al nuevo entorno emocional.

Esta recanalización, reubicación y reabsorción de las emociones tiene que darse de una manera sana, fluida y en un plazo de tiempo flexible, pero que tiene que tener un final y sin que surjan mecanismos de defensa neuróticos que dificulten o bloqueen el proceso del duelo emocional.

También se produce una adaptación cognitiva, ya que hay que aceptar que las emociones que recibíamos de la persona desaparecida, y que en muchas ocasiones eran un fuerte estímulo en nuestras vidas y algo importante para mantener nuestra salud y equilibrio emocional, ya no las vamos a recibir nunca más.

Asimismo esta adaptación cognitiva supone que hay que reorganizar los pensamientos surgidos por la pérdida, como, por ejemplo;

• ¿Qué voy a hacer ahora?
• ¡¡La vida no tiene sentido!!
• ¿Por qué a mí?
• ¿¿Cómo me voy a organizar??

y que generan mucha inestabilidad interna, tristeza y angustia.

1. Negación
   Es la primera reacción ante la pérdida. La persona no puede creer lo ocurrido y no acepta la perdida. Como si lo sucedido no fuera cierto. Esta fase actúa como una defensa temporal que permite amortiguar el impacto emocional inicial y ganar tiempo para empezar a procesar la situación.
2. Ira
   A medida que la persona toma conciencia de la pérdida, surgen sentimientos de cabreo con el mundo, de rabia, impotencia, desamparo o injusticia. Es frecuente experimentar enfado con uno mismo, con los demás o incluso con la vida. La irritabilidad, la frustración y la rebeldía forman parte de esta etapa, que refleja la dificultad para aceptar que alguien (algo) importante se ha ido para siempre.
3. Negociación con la realidad
   En esta fase se intenta buscar explicaciones o soluciones para la situación que permitan revertir o aliviar la pérdida. Estas ideas pueden parecer poco realistas, pero cumplen una función adaptativa: ayudan a la mente a ir asimilando poco a poco la nueva realidad vital, emocional o social. La persona doliente va viendo que las cosas son como son.
4. Depresión o tristeza profunda
   Es la etapa en la que se toma plena conciencia de la pérdida y se siente triste, abatida, sin ganas de nada. Aunque dolorosa, esta fase es necesaria: permite conectar con el sufrimiento y liberar las emociones acumuladas. Lo importante es que esta tristeza no se cronifique ni se convierta en una depresión clínica. En algunos casos, la terapia para el duelo puede ser de gran ayuda para acompañar este momento, para no bloquear el proceso.
5. Aceptación
   En la fase final del duelo, la persona reconoce la pérdida y se adapta a su nueva realidad. Las emociones se reequilibran, los pensamientos y conductas se adaptan a la realidad y vuelven ser funcionales. Los recuerdos de la persona perdida se colocan en su sitio y las emociones dolorosas del proceso de adaptación dan lugar a unos sentimientos menos intensos y, en ciertos momentos, incluso agradables al recordar con cariño a la persona perdida. Con la aceptación se termina el proceso del duelo de manera sana.

Estas fases y su duración varían de persona a persona. La intensidad y duración de cada fase dependen del vínculo emocional, la circunstancia de la pérdida y los recursos psicológicos de quien la experimenta. Lo único que tenemos que hacer, es apoyar emocionalmente a la persona que está pasando el proceso del duelo y esperar a que el proceso termine por sí mismo.

La duración y expresión del duelo normal puede durar de dos meses a dos años. Sin embargo, hay que estar atento por si aparecen ciertos síntomas que pueden indicarnos que no estamos ante una reacción de duelo sano.

En el caso de que el sufrimiento se prolonga, se puede recurrir a un tratamiento psicológico especializado para evitar que el duelo se vuelva patológico.

Un duelo normal permite que, con el paso del tiempo, la persona acepta la pérdida y recupere su equilibrio emocional. Como parte de la reacción de pérdida, algunas personas pueden desarrollar sentimientos de tristeza, y síntomas asociados como ansiedad, insomnio, pérdida de peso, incluso pueden presentar cuadros depresivos con toda su sintomatología.

Sin embargo, cuando el dolor se prolonga en exceso, aparecen bloqueos o se desarrollan mecanismos de defensa que impiden avanzar, podemos estar ante un duelo patológico. En estos casos, la terapia para el duelo es fundamental para ayudar a la persona a superar la pérdida y restablecer su bienestar psicológico.

El duelo no sano o patológico es, según nuestra experiencia clínica, más frecuente en personas que han sufrido la pérdida de un ser querido por fallecimiento.

Al principio, los síntomas de un duelo sano son los mismos que los síntomas de un duelo complicado. Estos síntomas comenzarán a desaparecer gradualmente cuando la persona acepta y se adapta a la nueva realidad.

En las personas que atraviesan un duelo complicado, los síntomas persisten o, con el tiempo, incluso empeoran, es como si estuvieran en un estado constante de duelo.

A nivel intuitivo, casi todo el mundo puede percibir cuándo una persona está viviendo un duelo sano y cuándo el proceso se ha estancado o complicado. El duelo patológico aparece cuando el dolor por la pérdida se prolonga en el tiempo y la persona no logra adaptarse a la nueva realidad. En estos casos, el sufrimiento deja de ser una reacción normal y se convierte en un trastorno que afecta la vida emocional, social y física.

Principales síntomas del duelo patológico

Algunos de los síntomas más comunes del duelo patológico incluyen:

• Culpa excesiva o irracional, centrada en lo que se hizo o no se hizo con la persona fallecida.
• Pensamientos recurrentes de muerte o deseos de haber muerto junto al ser querido.
• Sentimiento profundo de inutilidad o vacío, con escasa motivación para seguir viviendo.
• Preocupación obsesiva por la pérdida, con dificultad para pensar en otros aspectos de la vida.
• Enlentecimiento psicomotor y deterioro funcional, es decir, pérdida de energía y dificultad para realizar las tareas cotidianas.
• Aislamiento social o desinterés por actividades que antes resultaban gratificantes.
• Experiencias alucinatorias persistentes, diferentes a las percepciones breves o fugaces (como oír una voz o ver una imagen pasajera) que pueden ser normales en un duelo sano.
• Mecanismos de defensa disfuncionales, como negar la muerte del ser querido o trasladar los afectos a personas, objetos o animales de forma desproporcionada.
• Tristeza intensa y prolongada, acompañada de síntomas físicos como insomnio, pérdida de apetito o de peso.
• Dificultad para rehacer la vida o para recuperar el interés por el presente y el futuro.

El duelo no es una enfermedad, pero sí puede volverse patológico si se prolonga indefinidamente o impide retomar una vida funcional. Cuando esto ocurre, o el sufrimiento persiste de forma intensa durante meses o años, es necesario buscar ayuda profesional.

Cuando el duelo/dolor por una pérdida de una persona dura demasiado tiempo y cuando los mecanismos de defensas naturales para superar la pérdida parecen fallar, podemos encontrarnos ante un duelo complicado.

La terapia para el duelo te ayuda a superar una pérdida y a recuperar el equilibrio emocional cuando el dolor se prolonga o el proceso se bloquea.

En el Centro Manuel Escudero ofrecemos tratamiento psicológico para el duelo que facilita recorrer las fases de forma sana, ayudando a las personas a procesar la pérdida, reduciendo la culpa, la tristeza y la sensación de vacío.

Nuestro objetivo es ayudarte a reconocer el dolor e integrar emocionalmente la pérdida, aceptar la ausencia y volver a conectar con la vida, con esperanza y serenidad.

Contamos con psicólogos y psiquiatras especializados en duelo que te acompañarán con cercanía y profesionalidad.

Cuando el duelo/dolor por una pérdida de una persona dura demasiado tiempo y cuando los mecanismos de defensas naturales para superar la pérdida parecen fallar, podemos encontrarnos ante un duelo complicado.

La terapia para el duelo te ayuda a superar una pérdida y a recuperar el equilibrio emocional cuando el dolor se prolonga o el proceso se bloquea.

En el Centro Manuel Escudero ofrecemos tratamiento psicológico para el duelo que facilita recorrer las fases de forma sana, ayudando a las personas a procesar la pérdida, reduciendo la culpa, la tristeza y la sensación de vacío.

Nuestro objetivo es ayudarte a reconocer el dolor e integrar emocionalmente la pérdida, aceptar la ausencia y volver a conectar con la vida, con esperanza y serenidad.

Contamos con psicólogos y psiquiatras especializados en duelo que te acompañarán con cercanía y profesionalidad.